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el manantial de la noche

Vestido estampado

Vestido estampado
VESTIDO ESTAMPADO
Aún bajaba las escaleras de los cines Salamanca comentando la película. O... hablando del tiempo
o cualquier otra frivolidad, ¿quién quiere recordarlo ahora?
De repente lo que fuera que estuviese diciendo en aquel momento desapareció de mi mente porque
lo vi allí, ofreciéndoseme radiante, desplegado en su máximo esplendor, destinado para mí.
El por entonces mi novio de toda la vida, que me acompañaba lógicamente, se quedó muy sorprendido,
casi tanto como yo. Yo no solía manifestar ese tipo de comportamientos. No soy lo que se dice una matada
de la moda. Podría decirse que me gusta vestir cómodo, poco más. Pero a veces, escasas, y esta fue una
de ellas, se me puede antojar alguna prenda. Y aquel vestido me llamó desde aquel escaparate.
Sí, en serio, me llamó.
 
No me gustan los medios largos de falda, no me gustaban los estampados exhuberantes, y no me
gusta el rosa en la ropa. Ese vestido cumplía los tres defectos. ¡Pero cómo me gustaba todo él...!
En serio, me pareció el vestido más bonito del mundo mundial. Recordándolo ahora quizá ni lo habría
mirado hoy. Pero hace veinte años no podia imaginar ninguno más bonito que aquel, allí, parada delante
del escaparate y babeando por él.
No sé cuándo pregunté el precio, no sé cuánto tardé en ahorrar para él, el caso que sabía
que tenía que conseguirlo, aún consciente de que no era fácil y lo conseguí.
Yo era becaria, no abundaba en dineros...
Además me quedé con el del escaparate. Cuando por fin pude ir a buscarlo sólo quedaban dos.
El de dentro de la tienda no era mi talla, eso sí lo recuerdo.
Lo desprendieron de sus alfileres, una a una, delante de mí. Para mí.
Estaba en la pared, no en maniquí.
 
Una vez que lo tuve conmigo no había fiesta a la que no lo llevase puesto.
Para mí ponerme aquel vestido para salir a bailar era como un ritual. Un talismán. No sabría decirlo.
Siempre lo ponía para salir a bailar. Cierto es que yo no salía mucho por aquella época.
A pesar de ser principios de los 90, yo ya contar con algo más de edad que la veintena,
y vivir liberada de la tutela parental en el piso de estudiantes, ni mi nivel de vida ni la de
mi novio opositor nos permitía esas salidas habituales y maratonianas de la nocturnidad estudiantil salmantina.
Pero si había una fiesta, si me invitaban a ir a bailar, lo ponía.
Nunca tuve ese reparo de que mi novio, o mis amigas de siempre me viesen salir en cada fiesta con ese
vestido, con el mismo vestido. Era un vestido de bailar, eso seguro. Era mi vestido de bailar.
 
Fue después, cuando coincidió que otras gentes menos allegadas, amigos de amigos o conocidos,
repetían bailes o fiestas conmigo y mi vestido mágico. La tercera o cuarta vez me di cuenta, y me oí
a mí misma explicarle a una de ellas, de aquellas "allegadas" , aquello de "vas a pensar que no tengo
más vestidos porque siempre que salgo me ves con el mismo, pero es que me pirra este vestido y es
de lo más cómodo, fue un capricho y tengo que ponerlo siempre..."
 
¿Por qué daba yo explicaciones? ¿Realmente se habían fijado que iba siempre con el mismo vestido?
¿Y por qué de repente me importaba que pensasen que no tenía otro? ¿Es más, cuándo me contaminé
yo de esa norma social que nos prohibe a las chicas repetir vestido en actos sociales?
 
El caso que ahora tengo vestidos para no repetir en ninguna de las fiestas del año, y si hago rotaciones,
aún tengo para más, sin repetir en eventos. Pero jamás le he vuelto a tener tanto cariño a una prenda.
Era un vestido cómodo, me sentaba bien, tenía mi estilo y me encantaba.
Incluso años después de que ya no lo ponía porque la talla se me había quedado escasa nunca lo abandoné
y lo arrastré conmigo durante mi largo periodo laboral nómada.
 
Me está apeteciendo ir al baúl y buscarlo de nuevo. Intentar quitarle su olor a naftalina y recuperarlo.
De sobra sé que no debo intentar ponerlo, ya.
http://www.gabitogrupos.com/ElManantialdelaNoche/template.php?nm=1270953195

2 comentarios

XL37Glú -

La "c"... creo.
¿He acertado?

NOse -

No prodigarse mucho en la escritura, tomarse el tiempo y el espacio para escribir sobre la codicia hacia lo material, ese sentimiento tan humano... podría plantear la duda de si se nos muestra tan humana como mundana, o más bien hacernos ver sin darse cuenta, o a propósito cómo funcionan realmente sus atinos, premuras y querencias...